Pese a brincar por poco los treinta años, en esa triste edad cuando uno empieza a pensar que ya ha hecho en esta vida todo lo que tenía que hacer, yo sigo explorando lugares inexplorados como buen aventurero que soy y sigo haciendo cosas que me parecían que estaban fuera de mi alcance.
Ayer, fue uno de esos grandes días. Ayer usé por primera vez la tarjeta bus.
Tenía que ir al barrio de La Jota y desde el punto de la mañana medité cómo llegar hasta allí. A pie mal porque pese a ser factible llegar estaba bastante lejos, en coche mal porque se aparca mal por esa zona, así que pese a que no me guste me decidí por el transporte público.
Pero me sentía con fuerzas, hacía meses que meditaba la opción de adquirir la tarjeta bus un poco avergonzado por no pagar nunca el bus con la excusa de no tener tarjeta. Si iba solo siempre lo pagaba en metálico tras un breve saludo al amable conductor. Pero ayer era un día especial, le pedí la tarjeta bus a mi anciano padre y tras recibir explicaciones sobre su uso y tras la advertencia de que solo le quedaban dos viajes me marché a la parada.
Ahí estaba, flamante y rojo el autobús que me llevaría a tan lejano barrio. Monté, vi como picaba todo el mundo y me tocó a mi. Acerqué mi tarjeta y piqué.... luces rojas y un mensaje...viajes cero ponía.
Y el resto ya os lo podéis imaginar.
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COMO CRITIQUES TE CAPO. MÁS TARDE O MÁS TEMPRANO SABRÉ QUIEN ERES