viernes, 10 de diciembre de 2010

HISTORIAS DE LA TIERRA MEDIA

Eran días de armonía en la tierra media y más concretamente en la comarca, los alegres hobbits se dedicaban a beber cerveza y charlar en amenos corros mientras otros salían a buscar rebollones por el monte, ya que dada su baja estatura los cogían con facilidad aunque alguno se veía dificultado por su enorme barriga.

Gandalf, que caía de paso por esas entrañables tierras, cogía también rebollones alrededor de todo un enjambre de pequeños hobbits que le pedían alguno de sus trucos o que les tirara caramelos. De repente, entre la espesura del bosque, oyó como una hobbit le llamaba a gritos. Con toda premura, acudió junto a ella y le contó con voz jadeante, que Saruman había raptado a su hermana, la princesa Laura, reina de los elfos, señora del bien y gran amante de la cerveza como su hermano. Solo Gandalf, con sus inigualables técnicas en magia blanca podría salvar a la princesa y al mundo de la oscuridad total con la que amenazaba Saruman.

Gandalf se subió en su corcel negro y raudo y veloz como él solo sabe ser, se dirigió a Isengrad, el castillo del temible Saruman
Según se comentaba a los pies del castillo, la princesa élfica Laura estaba secuestrada en la torre del castillo bajo un terrible hechizo y solo la magia blanca de Gandalf junto con su picaresca podrían no solo liberarla sino librarla del terrible hechizo que le hacía vivir amodorrada.

Lo que no sabía el inocente Gandalf es que Saruman sabía de sus propósitos, y que desde la torre de su castillo veía cada movimiento del mago blanco gracias a su bola mágica mientras tramaba el peor de sus castigos para su archienemigo.
Gandalf había decidido que la mejor estrategia para liberar a la princesa era el sigilo, por lo que a la noche  asaltaría el castillo para la liberación, aprovechándose de la facilidad de Saruman para embotijarse con la cerveza de la comarca que tantas veces había saqueado. Lo que ignoraba nuestro héroe es que Saruman había agotado todas las reservas de cerveza de la comarca y esa noche estaría sereno esperándolo.

Nada más entrar en el castillo, Gandalf fue apresado por el temible Saruman con un truco rastrero, al ponerle varias jarras vacías como cebo para que se despistara. Saruman reía sin compasión por la suerte que iba a correr su enemigo. Gandalf sin su bastón mágico no era más que un simple hombre.

Apresado durante días en su mazmorra de Isengrad, Gandalf debía buscar una solución a su problema, y pasados los días la encontró. Gandalf llamó a sus amigas las mariposas para que fueran a la lejana comarca, donde allí, su más fiel esbirro, el más pequeño de los medianos, debería preparar un gran cargamento de cerveza y llevarlo a la puerte de Isengrad.
Allí en la comarca, el pequeño Petrus, comenzó a fabricar cerveza y cerveza mientras recordaba viejos momentos vividos junto a su amigo Gandalf. Una vez preparados doscientos litros para el insaciable Saruman, los llevó en su viejo carro a la puerta de Isengrad por la noche, mientras esperaba acontecimientos.

Al despertar, Saruman recibió el presente con mucha alegría y empezó a beber y beber sin parar, con avaricia, dejando a un lado los sentimientos de su hígado mientras su cara empezaba a desfigurarse.

No pasaron más de tres horas cuando Saruman había agotado toda la cerveza y cayó dormido en uno de sus más profundos sueños.
Aprovechando la situación, Gandalf le pidió a su pequeño amigo el hobbit Petrus que le devolviera su vara mágica para poder salir de la mazmorra. Genial idea la que tuvo Petrus y en vez de darle la vara le abrió directamente la puerta para que pudiera salir. Gandalf el gris, aprovechando los escasos minutos que tenía hasta que Saruman volviera a recobrar la conciencia y sabedor de que se levantaría con muy mal humor, subió corriendo a lo alto de la torre.

Una vez allí, sin usar artes mágicas, giró la llave correspondiente en la cerradura, y lo que allí vio le sobrecogió el alma. No estaba la princesa élfica que él esperaba ver, no estaba su alegre mirada ni su apuesta sonrisa, en vez de eso, había una extraña criatura más cercana a un troll que a una persona, que le suplicaba misericordia con la mirada.

Pero cuando empezó a hablar, su dulce voz hizo recordar lo que una vez llegó a ser y que ahora, por medio de un terrible hechizo, le habían arrebatado.

-Gandalf...
-Dime princesa Laura, como puedo liberarte de tu hechizo
-Debes besarme para que deje de tener este cuerpo y vuelva a ser la princesa que siempre fui
-Pero... eres fea
-La belleza está en el interior, bésame
-Si tú lo pides, princesa Laura

Muakkkkkk

-Ahí no, gilipollas, en la boca
-Perdón perdón, ahora si....

Muakkkkkk

De repente, una gran nube de humo apareció en la habitación, y donde había un troll apareció la más bella de las mujeres, incluso siendo elfa, ambos se miraron y antes de que volvieran a hablar salieron huyendo del castillo de Saruman que empezaba a despertar.

Pasaron veinte minutos antes de que Saruman se quitara las legañas y cogiera su bola mágica para ver que había sucedido, y lo que vio no le gustó nada...

La princesa Laura y Gandalf corrieron y corrieron y llegaron hasta los pies de la comarca, donde tras sellar repetidas veces su amor, regentaron la vieja carpintería del padre de la princesa, el gran Joaquinevicius, y así pasaron felizmente los años...
o eso cuentan las historias

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