Visitaba nuestro equipo el campo del líder con todos los factores en nuestra contra. El cierzo soplaba con fuerza, íbamos a un barrio que pronto será un nido de drogodependientes, la diana no era la tradicional sino una "rara", conocía a los dueños del bar, bajaron un par de amigos a verme ya que habían oído hablar de mi estilo, en resumen, todo apuntaba a que nuestro equipo iba a perder y yo iba a hacer la risa.
Y llegó mi partida. Como rivales, una pareja de profesionales del dardo, cada uno gemelo del veinte triple ya que no hacían más que tocarlo, gente con muñequera no por tocarse, sino por tirar dardos. Y empezó y la primera partida nos humillaron y toda la gente se rió de mi por mi escaso nivel.
Y comenzó la segunda partida, y mi nivel creció un poco pero lejos de lo que tanta gente que había bajado a verme pensaba. Pese a ello, y gracias a que bajé puntos, ganamos.
Pero en la tercera partida, mi nivel aumentó de una manera exponencial, el dardo extensión de mi brazo, la diana fiel compañera, el veinte triple de cada tres uno. Mi marcador empezó a bajar de una manera inigualable, mis amigos allí presentes pasaron de la mofa a la felicitación, los rivales del cachondeo al sufrimiento.
Y llegó el momento mágico, catorce para terminar y tres dardos. Lanzo el primero... gracias al efecto que le doy a los dardos consigo un nueve. Estoy a cinco puntos de la gloria o del fracaso. Tiro mi segundo dardo. El dardo vuela despacio, la gente traga saliva, el mundo se para y los semáforos no se ponen en verde para ver mi tirada. La gente en rehabilitación deja su dosis de metadona para asomarse a los cristales, los niños sueltan las jeringuillas que encuentran en los parques para animarme. Llega el dardo... ¡¡¡cinco!!!
Pero doble, en la siguiente tirada cierran ellos y perdemos. Aunque el equipo ganó, da igual, una nueva derrota, un nuevo fracaso. De regalo, chicas
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COMO CRITIQUES TE CAPO. MÁS TARDE O MÁS TEMPRANO SABRÉ QUIEN ERES