Cuando uno escucha la palabra Valencia, generalmente en tu mente aparecen miles de naranjos, farloperos escuchando maquineta en motocarros con pegatinas de discotecas, hombres gordos cuyas barbillas están unidas al pecho por un papo considerable, con chancletas y calcetines blancos, camisa de flores y bañador o quizás mujeres orondas con manoletinas, el mismo papo que el hombre, pantalones ajustados y un escote considerable al igual que considerables suelen ser sus ubres. También aparecen jóvenes quinceañeras practicando sexo amateur en cualquier vehículo. Sin olvidar la típica paella valenciana o la pregunta sin respuesta de que por qué el rincón de Ademuz es valenciano.
Pero mucho más allá de todos esos mitos sin fundamento basados en una imagen abstracta de sus gentes, más allá de la imagen de invasores de montes que terminan con todas las setas incumpliendo la ley, más allá de sus típicas frases como... ché nano, pues más allá de eso, cuando yo escucho la palabra Valencia, en mi mente aparecen mil imagenes, quizás mil quinientas.
Aparecen decenas de mujeres tejiendo una tupida red con sus piernas, acariciándose con dulzura por todo el cuerpo, besándose como las ranas jugueteando con sus lenguas. Tengo grabados tantos recuerdos de aquella noche de locura...Y es que en Valencia hay más donde elegir que lo que nos pensamos, tenemos unos guariches donde puedes hacer realidad tus sueños mas obscenos, donde los pervertidos como yo, cuya única actividad sexual es hacer fotos mentales para luego soñar con ellas, pueden disfrutar en la soledad del cuarto de baño
Y es que después de cuatro o cinco años de mi última visita, sólo puedo decir una cosa...
MOGAMBO NO TE OLVIDO
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COMO CRITIQUES TE CAPO. MÁS TARDE O MÁS TEMPRANO SABRÉ QUIEN ERES