LOS HOTELES NOS ROBAN LA INTIMIDAD

Aunque yo no soy un gran viajante, ni hago grandes excursiones ni nada parecido, creo haber salido cuatro veces de casa en treinta años, si que me he percatado que una nueva moda está entrando en los hoteles.

Ya no quiero hablar de por qué hay que encender las luces con una tarjeta, cosa que llego a entender para que no te las dejes encendidas, ni porque ya no se llevan esas llaves con un llavero gigante con el número de la habitación para que no la perdieras. Hoy me voy a centrar en el cuarto de baño.

En los tres últimos hoteles en los que he estado, el cuarto de baño no tiene como es normal una pared que lo separe de la habitación, sino un cristal. Entiendo que si va un matrimonio le importe igual verse a través del cristal, pero por qué no entienden que a veces van simplemente amigos que les toca compartir habitación. Mi cuerpo desnudo no es agradable de ver, puede ser, pero es que no tengo que mostrarme más que a quien yo quiera o se deje. Los cuartos de baño siempre han tenido pared.

Y ver a un tío ducharse aun va que te va, pero... ¿qué me decís de ver esa figura sentada en una taza del báter? Solo falta que te pongan hilo musical con los ruidos que se oyen en el retrete. Intenta uno mirar fijamente a la televisión, leer un libro por tener la mente distraída, pero sabes lo que está pasando a tu lado.

Así que, querido gremio de la hostelería, recapaciten sobre esta nueva moda. Porque si hay algo más desagradable que ver a un tío duchándose, es verlo cagando.