sábado, 27 de marzo de 2010
ADIÓS SINATRA
Grata la sorpresa que recibí cuando vi que los amarillentos focos del Karaoke Sinatra volvían a lucir tras semanas con la persiana bajada. Feliz, lo comenté con mis amistades que me dijeron que había sido traspasado a unos chavales jóvenes. Un poco desilusionado, anoche, antes de irme a casa, decidí entrar y ésto fue lo que vi.
En la calle han puesto más luz y ya no parece un burdel como antaño. Quizás por eso han cambiado el nombre y ya nunca será Sinatra, sino que ahora es New York. Entras en la misma cueva de antaño, y ya a primera vista puedes observar como han retirado todas las mesas dejando solo una mesa enana con sus dos sillas a modo decorativo al lado de la pared.
La máquina de dardos ha sido suprimida y en su lugar han puesto una tragaperras, para aquellos que les gusta la sodomización. El pinchadiscos, ya no es un boceras que te insulta y te dice cosas soeces, sino que ahora es un chaval más joven que yo. Tiene un lugar propio, con su cabina como en las mejores salas de baile. Los baños siguen donde siempre, pero ahora ya no se coge la tiña. Dan imagen de limpieza y pulcritud, por lo menos por ahora, antes de que lleguen los señores oscuros de la noche.
El bar se encuentra atendido por un camarero, que digo yo que será el dueño, una señorita un poco fuerte y el anteriormente mencionado pinchadiscos. A mi modo de ver es mucha gente para un bar, pero el tiempo les hará despedir a alguno. El trato es exquisito, incluso me invitaron a cantar sin saber que delante de ellos estaba el pequeño ruiseñor. Amablemente me dieron una tarjeta y me dijeron adiós cuando me fui, con absoluta corrección
Supongo que los que llenen el bar serán los amigos del dueño, que se pueden catalogar como chandalistas llenos de granos pajeros. Invitan poco a la fiesta porque no tienen un duro y dudo mucho que se puedan emborrachar en ese bar. El público asistente cuando fui yo estaba compuesto por mis alegres divorciadas, la Menchu, la Carmen... ambiente exótico para la juventud, una pareja un poco entrada en años y yo, vamos, nada que te invite a volver.
El mayor problema que le encontré al bar, fue uno que ya estaba en su anterior etapa, el precio. Tres euros y cincuenta céntimos por un tercio, en la calle Bolivia, lo más oscuro de las Delicias, en una cueva, con divorciadas salidas que te dicen cosas obscenas....
Ahora si quereis ir y comprobarlo, adelante, yo creo que me quedaré en el Karibú.
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