Eran las siete de la tarde, ella estaba rodeada de cientos de personas manchadas de vino, oliendo a las grandes tardes de toreo, las masas mecían a los individuos y nadie llevaba un rumbo fijo. Ella notaba un hormigueo continuo en su estómago que delataba que algo estaba a punto de pasar. No podía resistirse más. Se aupó a un banco y oteó el horizonte, en algún lugar sabía que estaba él, su amor de medianoche, su corazón de telenovela.
Miró a derechas e izquierdas, esquivó varios cubitos que le tiraron y allí, al final del paseo, estaba él. No era como lo había imaginado, no sabía si por la cantidad de alcohol de sus venas o porque realmente era más guapo, pero ganaba mucho más al natural. Apartó a la multitud, pisó gente moribunda mientras gritaba su nombre, pero él no escuchaba.
Estiró el brazo para alcanzarlo, pero él dio un paso hacia delante, tendría que hacer un último esfuerzo inhumano para alcanzarlo, pero él merecía la pena. En un esfuerzo épico, alcanzó su hombro. Él se volvió, le miró con cara extrañada, pese a lo cual, ella exclamó:
-¡¡¡Tú eres el galán del tuenti!!!
Él en un principio dudó, pero seguidamente la cogió en sus brazos, y mirándola a los ojos le dijo:
-¡¡¡Claro!!! Y tú eres la más bella de las flores.
Él la abrazó fuerte, ella intentó zafarse, él puso los labios, ella puso cara de asco, él no recibió contestación a sus deseos, ella huyó y nunca más se supo.
Hasta siempre, flor de mi jardín
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